sábado, 25 de septiembre de 2010

MUJER EN EL SIGLO XXI: AVANCES Y CAMINOS POR RECORRER

La mujer, como genero del ser humano con una historia muy particular, llena de alcances y metas, es toda una realidad digna de observar y de estudiar. El fenómeno histórico de la mujer determina muchos aspectos esenciales de la humanidad, como su desarrollo social, su evolución y su progreso positivo o negativo.
Desafortunadamente, dicho proceso se concentra en la reivindicación y la igualdad. Esto debido a un prontuario milenario de culturas atrasadas donde el proceso económico y social guardan una brusca relación proporcional entre la fuerza bruta y la jerarquía e importancia social.
En épocas relativamente muy recientes, la mujer ha logrado avanzar significativamente en sus derechos. Sin embargo, dichas victorias no han logrado un nivel universal y han encontrado dificultades y contrastes con los diferentes aspectos sociales.
Estos fenómenos, en mi opinión, se deben a un enfoque unilateral y no multilateral.
La desigualdad social, económica y política de la mujer no obedece ni surge en rasgos meramente políticos o económicos, obedece a rasgos culturales, ligados al sistema de creencias y tradiciones.
Por ello, la lucha contra la desigualdad de la mujer en el mundo no se halla en el campo político como primer y único plano, se halla primeramente en los cambios culturales. Dichos cambios surgen a nivel personal y familiar por encima de cualquier otro contexto social. Según esto, no se puede contar con la eficacia de medidas políticas sin contar primero con las reformas culturales en los niveles básicos de la sociedad (persona y familia) a favor de la igualdad de la mujer.
Para explicar dicha situación, me voy a referir a la situación cultural de nuestro país, Colombia, donde nuestra herencia particular como herederos de un legado cultural del Occidente medieval e indígena nos lleva a una situación donde la feminidad era, como en muchas otras sociedades, una situación de inferioridad y derechos desvirtuados.
Esta situación se componía de características como la labor exclusivamente doméstica, la supuesta incapacidad mental y de liderazgo y la creencia de su “función natural”.
Semejantes concepciones, reconocidas hoy como aberrantes, afortunadamente, derivan de un proceso histórico complejo de conquista, desigualdad y concepciones deformadas y fantásticas dentro de las creencias religiosas.
Precisamente, la religión es la principal proponente de estas concepciones erradas. La religión, en casi toda sociedad conocida, formuló supuestas fuerzas externas superiores a nosotros, las cuales eran la “verdad absoluta” y/o “el camino correcto”.
La religión, como mal necesario por falta de una  ciencia “perfecta”, es la encargada de satisfacer y solucionar las incongruencias existenciales de las sociedades, tanto a nivel personal, como a nivel comunitario. Este factor la ha llevado a liderar la batuta de la educación y la cultura de todas las sociedades humanas durante toda nuestra existencia como seres pensantes.
Sin embargo, la ciencia ha sabido abrirse un merecido espacio en la guía cultural y existencial  (desde la ética) de las personas. Gracias a ella, muchas teorías aberrantes fueron derrocadas, incluidas aquellas que atentaban contra varios derechos de la mujer.
Dicho esto, surge la necesidad, (aún insatisfecha en nuestro contexto social) de una educación secular al cien por ciento. Por ejemplo, en muchas escuelas de nuestro país, la ética suele ser erróneamente relacionada con la religión. La ética es una ciencia, no un sistema de creencias, por lo tanto, la ética se basa en proposiciones exclusivamente científicas y válidas para todo ser humano (aunque difíciles de establecer, por supuesto).
Finalmente, no puedo inmiscuirme en las reformas culturales primarias que se deben llevar a cabo (familiares y personales), pues finalmente, eso es una decisión muy personal y propia de la libertad individual. En lo que si podemos brindar las primeras reformas culturales es en el siguiente contexto cultural, en orden nuclear: la educación escolar. Si queremos ciudadanos críticos, hombres y mujeres, capaces de formular y construir una sociedad donde la desigualdad de la mujer quede en el pasado, sin caer en mitos ni tradiciones sin fundamento verdaderamente universal, se debe implementar la educación secular: Una ética totalmente independiente de las tradiciones y la religión.